El privilegio del silencio

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Al estar en cuarentena los jóvenes nos hemos enfrentado con una realidad abrumadora. Cuando nuestros días ahora consisten de estar revisando las redes sociales, no es raro que al día consumamos noticia tras noticia, lamentablemente en su mayoría malas.

Nos hemos percatado que la saturación de malas noticas nos genera ansiedad, depresión y un enojo él cual no sabemos cómo calmarlo, preferimos optar por ignorar las actuales situaciones del mundo e irnos por opciones más livianas.

¿Porqué leer noticias sobre el abuso y racismo policiaco en EE.UU? Si mejor puedo pasar el tiempo jugando o platicando con amigos, ¿Por qué necesito informarme de la situación crítica en Yemen? prefiero no preocuparme y seguir en mi cómoda rutina de indiferencia.

Pensamos que si ignoramos lo malo dejará de existir, que si no lo veo no es real y que mi único recurso cómo joven es darle click al botón de “cerrar” en cada artículo que me cause incomodidad. 

Sin darnos cuenta contamos con un privilegio que nos corrompe, el privilegio del silencio; 

Si algo no me afecta a mí directamente, no tengo por qué ponerle atención.

Esta indiferencia la hemos estado cargando con toneladas de ignorancia, la cuál no nos deja respirar, la ansiedad que sentimos al leer malas noticias viene desde nuestro subconsciente… 

Me duele y me incomoda porque ni siquiera sé como ayudar,

¿Qué rol juego en el movimiento BLM (Black Lives Matter) si yo no vivo en EE.UU.? 

¿Qué hago ante la hambruna si yo no vivo en Yemen?

Podemos empezar por romper el silencio, conversaciones, informarnos y educarnos; entender el problema es el primer paso para resolverlo. Que leer malas noticias nos mueva a querer crear cambios, exigir justicia y respeto. Escribir y hablar hasta que el arma contra la violencia sean nuestras palabras.

Deshacernos del privilegio del silencio que tanto nos ha intoxicado, porque nuestro rol como jóvenes en el mundo es gritar por los que no pueden.

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