LO QUE NO TE DICEN DEL AMOR PROPIO.
Hace ya varios días he deseado escribir este artículo, en realidad creo que me ha costado hacerlo porque me he encontrado con un sin fin de pensamientos y demasiadas preguntas con mínimas respuestas. ¿Debería o no escribirlo? ¿Realmente serán las cosas así? ¿Sería únicamente yo el problema? Y más s preguntas, no sabia como hacerlo hasta que una chica también compartió mi pensar y terminé decidiendo escribirlo.
Todos hablamos de lo bonito, sano y bien que se siente elegirte a ti antes que a todos. Todos hablan de la tranquilidad que se siente al alejarte de personas que intoxican tu entorno y te dañan en todo sentido de la palabra. Todos hablan de lo bonito y bien que se siente pararte frente a un espejo y sentir paz, un amor inmenso al ver tu persona sin prejuicios.
Pero nadie habla de lo doloroso que algunas veces puede llegar a ser amarte a ti mismo. Como seres humanos estamos más relacionados, más cómodos y acostumbrados a ver hacia afuera. A señalar y a juzgar, estamos más dispuestos a no vernos a nosotros mismos, sino a los demás.
Los seres humanos tendemos a ver los problemas, las complejidades e incluso algunos hasta chistean de lo que no es propio llamándole humor negro. Vaya humor tan peculiar el que poseemos como sociedad.
Amarte a ti mismo va en aquella línea, dejar de ver hacia afuera para comenzar a ver hacia dentro. Tus ojos ya no estarán viendo a tu alrededor, sino tu interior y quizá es donde te das cuenta el desorden que poseen dentro pero que siempre ignoraste porque aquello era más fácil y “cómodo”. Y es donde debes comenzar a aceptar muchas cosas que en un inicio será agrio, pasará a ser un agridulce y terminará pareciendo extrañamente algo dulce.
Pero claro, como toda lección debe comenzar por uno mismo. Y por ello cuento lo que me sucedió a mi, lo que yo pase y como yo lo sentí. Comencé aceptando las cosas que no me gustaban. Y no, no me refiero a aceptar que ahora me siento bien con aquello. Me refiero a aceptar que me acomplejaba cierta parte de mi cuerpo o cierta forma, que incluso me desagradaba verlo en fotos o por espejos.
Porque el primer paso es aceptar que existe ese algo de ti que te acompleja. Que no te gustan tus manos o la forma de tu nariz, que no te gusta como se miran tus ojos o el largo de tu cabello. Y darse cuenta de aquello quizá sea el trago más amargo de todos, porque lo aceptas y con el paso de tiempo debes comenzar a amar aquello que te acomplejo.
Con el paso del tiempo debes de alguna u otra manera aprender que quizá tú complejo nació de la misma sociedad que te rodea. Y es hasta entonces donde te das cuenta que comenzar a amarte a ti mismo té convertirá en la “oveja negra” del mundo.
Aprendí— quizá de una extraña manera — a amarme, me hice un examen a mi misma. Dándome cuenta que había comenzado a odiar mi lunar por los comentarios poco positivos y el humor negro de las personas que me rodeaban. Me di cuenta que comencé a sentirme desagradada por mis brazos cuando muchas personas me cuestionaban sobre ellos al tiempo que todos terminaban afirmando que era “barritos” cuando no era así. Comencé a sentirme incómoda con mis piernas cuando las veían sin pudor e incluso me decían lo grandes que podían ser con tonos perversión.
Y al final comprendí que no era que yo me acomplejara de mi. La sociedad y sus estereotipos me acomplejaron. Fue donde terminé siendo la oveja negra de la misma cuando decidí que aquello era parte de mi, venia en mi y me hacía quién era como persona.
Esas complejidades me hacían Melany Díaz, y la sociedad no me arrebataría lo que era mío a causa de sus estereotipos de belleza sumamente irrelevantes y exagerados.
Esta es la parte que quizá no te digan o ni siquiera le prestes atención. Es amargo al inicio, darse cuenta de lo que te acompleja y aceptar que aquello no te hace sentir bien, no es algo bonito. Pasa a ser un agridulce al darte cuenta que a lo mejor nunca te acomplejaste, sino te hicieron acomplejarte. Termina siendo dulce al ver que después de todo solamente somos personas con físicos diferentes que incluso dejas de ver hacia afuera y comienzas a verte solamente a ti.
Dicen que cuando crecemos nos duelen los huesos, y vaya si no dolían, pero era señal de que éramos personas saludables con un crecimiento correcto. Entonces, amarte a ti mismo por mas doloroso que algunas veces sean es un crecimiento necesario tanto para tu ser interior como el exterior.
Entonces, crecer duele, pero es totalmente una necesidad, sin embargo también es una delicia convertirte en la oveja negra que rompe estereotipos. No solamente porque te hace bien a ti, sino porque con aquello ayudas a otros.
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