Cuentan mis padres que anteriormente los jóvenes tenían muchas responsabilidades, responsabilidades que hoy día no nos son dadas. Antes, cumplías la mayoría de edad e inmediatamente te enfrentabas al mundo, hoy estamos más protegidos, pero al mismo tiempo más liberados, más críticos, más pensantes, más reveladores, más participativos, más interesados y ante todo más cambiantes.
Aun así, no todo es felicidad. Sufrimos mucho, la transición de la niñez a la adultez nos es dura, está llena de incertidumbre, inquietud, estados emocionales altos y bajos, problemáticas e impulsividad. Queremos vivirlo todo como si no hubiese mañana porque creemos que el tiempo se nos va, tenemos 22 y ya estamos ansiosos por lo que viene, creyendo que estamos “quedados” e incluso hasta viejos nos sentimos y nos atrevemos a comentar sobre esos de 15 o 16, cómo si no hubiésemos pasado por eso, cómo si nosotros no estuviéramos aún ahí.
Crecemos rápido, nos apropiamos de todo y de nada al tiempo. Vivimos conmovidos, sorprendidos, sensibilizados del mundo puesto que, aún no hemos llegado a la resignación, aún creemos, aún soñamos ¿pero realmente todo es así?
Todo cuánto escuchamos mientras crecemos es lo dura que es la vida y nos contagiamos de ese pensamiento porque sí también somos fácilmente influenciables, entonces pasamos a inquietarnos: la casa, el carro, los estudios, la vivienda, el dinero, los recibos, la pareja, los hijos, los viajes, el trabajo y a preocuparnos por miles de cosas antes de que sucedan ¿por qué amargarnos?
Ojalá comprendiéramos a tiempo que la Juventud es la etapa más bonita del ser humano, en ella mantenemos la pureza de la niñez con la responsabilidad del adulto y esa maravillosa sensación del todo lo puedo, de imaginar, de expresar, pero también de “disfrutar”.
Empiezan las fiestas, las fotos, las redes sociales, los disfraces, los noviazgos, las salidas a comer, al cine, las pijamadas y muchas otras cosas que se vuelven nuestro foco principal dejando de lado la familia, los amigos, los estudios pero ante todo nuestros sueños, nuestras metas y entonces entramos a ese bucle llamado conformidad.
Incluso entonces nos permitimos equivocarnos, y por cada error sufrimos como si fuese la peor pesadilla, pero en realidad aprendemos. Aprendemos fortaleza, aprendemos tranquilidad, aprendemos sobre el amor, aprendemos sobre la amistad, aprendemos sobre el esfuerzo, pero también aprendemos a desilusionarnos y es ahí cuando nuestra audacia se transforma en decepción.
Decepción por el mundo en que vivimos y pensamos no poder cambiar, decepción por esa vida dura que nos golpea en la cara, decepción por todo lo que toca callar, decepción por querer y no poder. Y es ahí cuando nos dividimos, estamos los que seguimos creyendo en ese cambio y los que le restan importancia a todo lo demás.
Por eso escribo esto, por eso quiero recordarte a ti joven, que la vida es solo una, que la vida es eso qué pasa mientras te dedicas a quejarte, a pelearte, a destruirte. Que la vida esta llena de muchos no, pero esos te están preparando para un sí, un sí gigante que cambiará tu futuro.
Diviértete, pero también esfuérzate. Sé sujeto de cambio porque realmente tú y solo tú eres el protagonista de tu nación. El día de mañana llevarás el país en tus manos y debes estar preparado para hacerlo con responsabilidad, pero ante todo con actitud. No te dejes contagiar de desesperanza, deshazte de las excusas, saca esa fortaleza y ganas de vivir que te caracterizan, toma las riendas de tu vida y a partir de ahí contribuye a cada situación, pero no te conformes, ten coraje, sobreponte a la dificultad, está bien sentirse mal, pero evita centrarte en el problema, mejor responsabilízate de la solución.
Revoluciona, sigue la corriente cuando consideres sino voltéate a ella, lucha por tus sueños o terminarás trabajando por los de otros. Juégatela por tus ideales, vive bajo tus principios, sé consciente de lo que puedes y nunca dudes de TI.