Para Mi Querido Humano

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Pájaro azul

Hola viejo amigo,

Quería escribirte esta carta como forma de despedida debido a la escasez de tiempo con el que cuentas. Sin ánimo de sonar triste ni decaída, pretendo que contigo lleves recuerdos sobre mí.

Recuerdos sobre los preciosos momentos que tú y yo compartimos sin llegar a darnos cuenta de que el reloj del Universo no cesa a menos que se estropee. Éramos, es decir, eras tan ingenuo que no llegaste a apreciar lo mucho que tenías. Las oportunidades que tenías ante ti se difuminaron antes de lo que pensabas, antes de lo que tu propia racionalidad hubiera llegado a pensar. Sin embargo tampoco pretendo echarte la culpa de lo que acontece aunque tu destrucción venga acompañada de la mía. Como he dicho, solo quiero que tus últimas memorias sean compartidas.

¿Te acuerdas de los bonitos paseos a la luz de la Luna? Me encantaba verte resplandecer y asombrado ante los cuerpos celestes que divisabas.

Los puntos de luces eternas se regocijaban ante tu expectación aunque rápidamente su contoneo cesaría. Aunque no te dabas cuenta, había muchas más estrellas preciosas que nunca pudiste ver. Había estrellas increíbles, puras, resplandecientes y cuyo nacer y morir era igual de bello.

Las constelaciones que en tu mente formabas eran más que infinitas mientras tú, inocente y caduco pensabas que eras el espectador y que tu campo de visión era el escenario. Lo que nunca llegaste a pensar es que en la inmensidad de la noche algo se te escapaba. Yo lo veía todo y disfrutaba haciéndolo mientras tú simplemente pedías un deseo esperando a que se cumpliera en vez de pensar si lo que veías era el todo o una parte. Otra vez más veía un meteoro rozarme mientras una oscura pantalla de egoísmo te cegaba e hipnotizaba.

¿Recuerdas aquellos maravillosos días de playa? Disfrutaba mucho viendo como mis aguas puras se llenaban de pequeñas motas de color carne. Los peces y niños jugaban al compás siendo uno solo mientras unos endebles rayos lo cubrían todo con una alegría que también todo lo inundaba.

Esa alegría presente en vuestras caras me daba más años de vida hasta que tú mismo me los quitaste. Poco a poco las horas de juego bajo el sol serían cada vez más cortas. O el tiempo pasaba más rápido o simplemente, ya te habías cansado de mis aguas. Esas aguas cristalinas de reflejo diáfano quedaban corrompidas por algo que tú mismo corroboraste. Se tiñieron de color carbón y mientras los niños quedaban a salvo, los peces fueron los primeros perjudicados en todo este entramado de causas inentendibles.

Yo estaba perpleja ante tu falta de actuación aunque pensaba que, al igual que sabías combinar colores para vestir, sabrías devolverle a mis aguas el color que les correspondía sin pensar que otros asuntos de mayor urgencia aguardaban.

Mis esfuerzos por salvarte fueron en vano. Mis alertas se disolvían entre el humo que me arrojabas día tras día y que estaba haciendo que me ahogara por momentos. No me dejabas respirar pero seguías centrado en dar leña a la chimenea de tu nueva y lujosa casa de paredes de blanco marfil. Sin embargo, nunca te diste cuenta de que desde el principio de los tiempos yo misma te había ofrecido una casa espaciosa, amplia y bella que tú rechazaste por mejores ofertas. 

Ahora que ya queda poco para acabar quería decirte que me hubiera gustado disfrutar más de tu compañía y de tu tiempo, justo algo que ya no queda. Siendo sincera siempre me has parecido bastante complejo de entender. Espero que pese a los pocos momentos que quedan utilices esa complejidad tan tuya para entender lo que te he dado y lo que no quisiste darme tú a mí. Espero que entiendas las causas y consecuencias de tus acciones. Pero sobre todo espero que priorices y des importancia a las cosas que de verdad lo merecen, entre las que estamos los dos.

Adiós Amigo.

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