Con motivo del Día Mundial del Agua, que se celebra cada año el 22 de marzo, el Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas convocó una reunión de alto nivel para promover la implementación de los objetivos y metas relacionados con el agua de la Agenda 2030. Catalina Silva, un activista chilena y embajadora de la juventud de CONCAUSA de 20 años, compartió este discurso ante las autoridades. Puedes ver su intervención ante el Presidente de la Asamblea General y otros representantes de alto nivel, aquí.
Vengo de la tierra del hielo en Patagonia; tierras que han enfrentado la transformación geológica durante miles de años y en las que experimentamos la incertidumbre cotidianamente. Soy de Villa O'Higgins, un pequeño poblado chileno ubicado entre las montañas de los Andes australes, donde se encuentra Campo de Hielo Patagónico, la tercera reserva de agua dulce sólida a nivel mundial, después de la Antártica y Groenlandia.
Tenía ocho años y el árbol sobre mi cabeza parece que no tenía fin hacia el cielo, cuando este territorio vasto y poco poblado me brindó la oportunidad de participar en una serie de investigaciones científicas que buscaban descifrar la biodiversidad de diferentes cuerpos de agua. Fueron cinco años estudiando el lago O’Higgins, lago más profundo de América y quinto a nivel mundial, del cual no se sabía mucho hasta que llegamos dos adolescentes y decidimos investigar la riqueza y la abundancia de diferentes microalgas que abundaban en este lago.
Vengo de una tierra en la que los niños y las niñas decidimos descubrir los secretos que habitaban nuestros pies, y en el camino, ir compartiendo todo ese conocimiento que habitaba el fin del mundo mediante documentales, cápsulas educativas, y a la par, alertando a la comunidad sobre las más grandes amenazas.
Con siete años, experimenté desde el territorio lo que es luchar contra un megaproyecto hidroeléctrico que quería detener el agua de nuestros caudales y restringir el acceso a nuestra comunidad.
Con diez años, caminé por primera vez sobre un glaciar. Sus grietas me generaban algo de temor; era un terreno frágil y desconocido que se abría ante mis ojos. Volví cuatro años más tarde a esa montaña. Lamentablemente me encontré con un panorama muy diferente: esos glaciares, que en mi niñez cubrían grandes laderas, habían retrocedido, dejando a su paso modificados ecosistemas. Pero esta vez no era producto a una transnacional, eran los efectos de una pandemia silenciosa que hoy ataca a todo nuestro planeta: son los efectos del cambio climático.
Los glaciares de Patagonia son una reserva de agua para la humanidad; vivimos en un lugar privilegiado donde el líquido esencial es abundante. Y aquí, en la tierra del hielo, sabemos que tenemos la responsabilidad de protegerlos. Una responsabilidad que es compartida con toda la humanidad; reducir la huella de carbono y cuidar este tesoro natural.
¿Han sentido sed?
Naciones Unidas reconoce a 2.200 millones de personas viviendo sin acceso a agua potable. Y 450 millones de niños y niñas viviendo en zonas de alta o extremadamente alta vulnerabilidad a esta.
Ustedes, ¿han sentido sed? Quiero agua, abro la llave, me sirvo un vaso. En el peor de los casos voy, me compro una botella y lo resuelvo. Pero hay personas en el mundo que no pueden saciar su sed. Probablemente una de las peores sensaciones del mundo. Es por eso que quiero, que la próxima vez que ustedes quieran agua, no la tomen. Piensen en todos esos niños, niñas, adolescentes, personas que en el mundo no pueden saciar su sed y no toman agua. Quizás así podemos avanzar con soluciones de una forma mas rápida.
El agua vale más que el oro: el valor que tiene para nuestros hogares, para la cultura y la educación, la economía y la integridad de nuestro entorno natural, es inconmensurable. Si las políticas públicas de nuestras naciones no incorporaran estos valores, no podríamos alcanzar una gestión sostenible para superar la pobreza, para alcanzar el crecimiento económico o para empezar a generar un real cuidado del medio ambiente.
Hoy, a mis 20 años, me sigo movilizando, sigo generando estrategias, sigo generando alianzas, y haciendo un llamado a todo el mundo para que empecemos a cuidar esta reserva de agua, de vida para la humanidad y así también empezar a valorar el acceso al agua en las comunidades más desfavorecidas.
Esto porque no quiero llegar a mis 50 años, y darme cuenta de que en mi juventud no entregué hasta lo imposible por que los gobiernos de nuestras naciones escuchen y gestionen las medidas necesarias para poder frenar o manejar esta crisis
Ante este escenario, pese a las escasas oportunidades de participación que existen para tomar decisiones en las políticas públicas, los jóvenes nos hemos organizado; no estoy sola.
Hoy los jóvenes nos empezamos a reconocer como actores, y ya no mas como espectadores de esta realidad cambiante. Entendimos que si nos lo proponemos, juntos podemos generar incidencia y transformación en nuestras comunidades.
Hoy seguimos alzando nuestras voces para hacer presión contra quienes toman las decisiones, pero a la par, nos hemos convertido en directos agentes de cambio, porque sabemos que nadie nos va a regalar el futuro que soñamos.
Entendimos que el activismo es una vía muy certera para alcanzar la cumbre de la montaña más empinada. Porque anhelamos soluciones y metas globales, accionamos localmente en nuestras comunidades.
Franco, Viviana y Melany de Argentina, son una prueba viviente de lo que les comento: ellos generaron un proyecto utilizando una semilla nativa para generar saneamiento en el agua de su comunidad. Ellos son agentes de cambio en su territorio.
Y así como ellos, existen un millón de adolescentes a lo largo de todo el mundo generando semillas de acción. Personalmente soy de una red que se llama Concausa de adolescentes latinoamericanos y del Caribe, que en ayuda y cooperación de América Solidaria, UNICEF y CEPAL hemos generado un nuevo modelo de organización de cooperación. Entendimos que trabajando de forma intergeneracional, interdisciplinaria e intercultural podemos encontrar la meta, encontrar la solución, llegar a la cumbre de la montaña mas empinada donde nacen los grandes ríos.
Porque entendimos que este trabajo en cordada, nos va a ayudar a alcanzar la meta, alcanzar una meta global por la cual todos en esta sesión nos estamos movilizando.
Como adolescentes y jóvenes ya no queremos ser tratados como objetos sino como sujetos de derecho, porque queremos ser vinculados a las decisiones que involucran nuestro presente, pero también nuestro futuro.
Vengo de la tierra del hielo, Patagonia, tierra de las tempestades; y después de la tempestad, siempre viene la calma, aquí nosotros lo sabemos muy bien.
Pero, ¿cómo hacemos para terminar con esta tormenta?
En las grandes montañas que desafían a los escaladores, los campamentos son montados por personas que se sacrifican para que otros lleguen a la cumbre.
Las sociedades que enfrentan la crisis del agua, necesitan de compromiso, acción, de solidaridad global desde los más favorecidos para así alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible.
Desde las tierras más australes, nos comprometemos a conservar este territorio para la humanidad, este tesoro que tenemos aquí en Patagonia.
Pero necesitamos de todos y todas para llegar a la cima, en nuestro caso el agua como derecho esencial para la humanidad.