Hace un par de años se esperaba que enero del 2020 marcara el comienzo de un periodo en el que se lograra cumplir con proyectos implementados alrededor del mundo en favor de acercarse a los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por las Naciones Unidas. Proyectos que, por la incipiente contingencia sanitaria que la emergente epidemia simbolizaba, han tenido que verse pospuestos, o incluso, detenidos.
Aquellos que fuesen lo suficientemente optimistas pensarían que el distanciamiento social brinda un área de oportunidad en la cual, con retrospectiva, se pudiera analizar el progreso llevado a cabo y replantearse los procesos que hasta entonces se tenían. Algo ideal para trabajar en reajustes o en nuevas estrategias. Otros, por el contrario, pensarían que jamás se lograrían culminar estos procesos sin el trabajo de campo necesario con el que se tenía contado. Ambas situaciones indudablemente se han presentado en cada área de nuestras vidas.
Estudiantes, profesionistas, o personas que ejercen un oficio, hemos tenido que replantearnos nuestra forma de hacer las cosas, ya que el agravamiento de los contagios de SARS-CoV2 ocasionaron que el mundo se detuviera, lo que nos implicó un esfuerzo al que pocos estaban preparados para sobrellevar la situación. Muchos, durante estos últimos años lograron innovar y encontrar nuevas formas de hacer las cosas; otros, de alguna manera pudieron continuar con sus respectivos deberes; sin embargo, personas como agricultores y ganaderos, que lo único que conocen para realizar sus labores son las viejas usanzas que han transmitido por generaciones, se han visto en condiciones delicadas. Todos alrededor del mundo, independientemente de niveles socioeconómicos y condiciones de vida hemos resentido las implicaciones de la cuarentena y las restricciones sanitarias en sus correspondientes actividades, sin mencionar la desigualdad que no permite a todos adquirir servicios de salud o evitar exposiciones al contagio.
Hemos tenido que modificar la manera en la que hacíamos lo nuestro para poder adaptarnos a esta atípica situación que enfrentamos. Es por esto que algunos estudios aseguran que para lograr divisar un mejor porvenir es necesario reconsiderar nuestras formas de vivir como sociedad, ya que lo que hemos estado haciendo no nos ha permitido superar esta situación. Esto se puede apreciar en la manera en la que se fue desarrollando la situación. Desde su primer caso confirmado en noviembre de 2019, le tomó pocos meses a la epidemia del virus Covid-19 para ser anunciado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una pandemia global en marzo del 2020. Las fronteras no implican mucho en lo que concierne a este tipo de problemáticas. Claramente se puede ejemplificar no solo cuán conectados estamos como población mundial, sino también, enfatizar cuán dependientes somos unos de otros.
Las ventajas de la interconectividad del mundo actual nos han permitido a la juventud de hoy conocer el mundo y visitar cualquier rincón de el en pocas horas; somos capaces de enterarnos de lo que sucede del otro lado del planeta en tiempo real y de participar en la conversación con personas de distintos países; también podemos disfrutar de los productos extranjeros gracias a la demanda del mercado y al consumismo. Todo esto es la realidad en la que hemos crecido los jóvenes de este siglo. Sin embargo, es justo esta facilidad el mismo factor que propicia que eventos que suceden del otro lado del mundo afecten nuestras vidas de manera notoria.
La acelerada vida que vivimos ha sido el escenario idóneo para el esparcimiento de esta y muchas otras enfermedades en las últimas décadas. Probablemente no de manera tangible o de la misma magnitud, pero la influencia de estos eventos ciertamente se hace sentir. Tal como con las afectaciones a nuestro entorno que nuestra vida cotidiana infringe, otro tipo de situaciones se están derivando como consecuencia de nuestro actuar, y con las facilidades que el mundo globalizado nos brinda esto migra de continente en continente en cuestión de tiempo. A estas alturas cualquier tipo de situación que aflija a algún país, como lo fue esta pandemia en sus comienzos con China, se estará volviendo considerablemente más crítica para el resto del mundo día a día.
Pese a todo, hay mucho por hacer para mitigar las críticas situaciones a las que el mundo está expuesto diariamente. Sabernos responsables y compartir esta corresponsabilidad es lo primero que debemos hacer para lograr proponer soluciones o medidas que atenúen los problemas a los que nos enfrentamos hoy. Si nosotros, los jóvenes, dentro de nuestras capacidades, no comenzamos por ello y alzamos nuestras voces al respecto, ¿cómo podemos esperar que los demás hagan lo mismo? Todos debemos hacer lo que nos corresponde pues esto nos concierne a todos. La juventud, en particular, debemos involucrarnos desde ahora, ya que, si no se hace algo al respecto, seremos nosotros quienes viviremos para pagar el precio de la omisión.