Maria Reyes, activista mexicana por la justicia climática en Fridays for Future
Desde los 6 años de edad, he experimentado escasez de agua. Un día despertaba en la mañana, caminaba a la cocina, intentaba abrir el grifo para lavarme las manos, pero no había agua. Entonces mi abuela subía al techo de nuestro edificio de 4 pisos, por dos escaleras muy pequeñas, y revisaba la cisterna. Casi vacía. En ese entonces no dimensionaba que estas eran las circunstancias para más de 40 millones de mexicanos, ni la conexión de ese incidente con la emergencia climática que avanzaba sobre nosotros.
Recuerdo ver a mi abuela organizándose con los vecinos de nuestra colonia en la periferia Sur para juntar dinero y pedir pipas de agua, que son camiones grandes que nos abastecen del líquido vital, pero esto podía tardar varios días y mientras teníamos que aguantar. A la fecha, hay algunos edificios en los que los vecinos se han quedado sin agua por meses e incluso años, y pedir estas pipas de agua se ha convertido en un gasto recurrente. Aquellos que tienen el recurso para pagarlo lo hacen, pero aquellos que no, viven en condiciones precarias de escasez.
La región de la periferia Sur en Puebla está muy polarizada, un río divide los vecindarios más ricos de los vecindarios de clase trabajadora, pero como están en la misma zona, obtienen el agua de los mismos acuíferos, lo que sucede es que los vecindarios ricos tienen recursos para comprar y almacenar grandes cantidades de agua, mientras que nuestros vecindarios, de familias de clase trabajadora, apenas pueden costear el construir pequeños tinacos o cisternas. Cuando hay escasez de agua en la zona, ellos acaparan el recurso. Es así como la crisis de agua se convierte en una crisis de desigualdad.
La escasez de agua como parte de la emergencia climática
Desde el 2014, gran parte de los acuíferos que abastecen a la región de Puebla tienen escasez de agua, un problema agudizado por las sequías. Pero esta no es una circunstancia aislada, porque el 70% del territorio mexicano está cerca del día cero. De acuerdo con el monitoreo de la Comisión Nacional del Agua, el aumento de la temperatura en México ha sido mayor que el promedio mundial durante la última década. El país se calienta más rápido, las olas de calor se intensifican, los glaciares de los volcanes se derriten. Nos quedamos sin agua porque ya no hay. Y la poca que hay, se distribuye mal.
Publicaciones oficiales como el reporte de UNICEF sobre la crisis climática y sus impactos en las infancias, o el último reporte del Grupo de Trabajo ll del IPCC, avalan estas circunstancias bajo el lente de la ciencia. Sin embargo, es importante escuchar también a las comunidades y conocer sus experiencias, por eso platiqué con personas de distintas regiones para profundizar en el problema del agua para esta pieza.
El acceso al agua se ve especialmente amenazado cuando desastres naturales, inducidos por la crisis climática, golpean los territorios. Durante los últimos tres años, diversos huracanes y ciclones han golpeado las costas al sureste del país, afectando principalmente a estados como Veracruz, Yucatán y Quintana Roo. De acuerdo con Vanessa Gamboa, quien trabaja por la seguridad alimentaria en la península de Yucatán, las inundaciones son uno de los impactos más devastasores, arrazando con cultivos, deslavando cerros, arrastrando residuos y contaminando cuerpos de agua.
Gerardo Romero, campesino e integrante del Movimiento Ambientalista Poblano, me cuenta que los impactos de los ciclones no se quedan en las costas, llegan a los estado vecinos al aumentar desmedidamente las precipitaciones, entre esto y la sequía, los cultivos se ven seriamente afectados por la inestabilidad del clima, y a la larga ocasiona que los campesinos ya no puedan cultivar de temporal.
De igual forma, las sequías han ocasionado que la humedad en el suelo disminuya, haciendo a los bosques más vulnerables a incendios forestales, me cuenta Brenda Hernández, habitante del estado de Tlaxcala. De acuerdo con ella, la presencia de agua en el subsuelo va más allá de su disponibilidad para consumo, impacta en todo el ecosistema: en la vegetación y la fauna, quienes también forman parte del ciclo del agua.
La crisis del gua como resultado de acciones antropogénicas
La crisis del agua también es agudizada debido al acaparamiento por parte de las industrias. A lo largo del país se han instalado diversas empresas, muchas de ellas pertenecientes a compañías transnacionales del Norte Global. La mayoría de estas se ubican en las zonas rurales y periferias. Sus actividades varían desde ensamblamiento automotriz, manejo de textiles, ganadería extensiva, generación de energía por combustibles fósiles, minería, etc. La mayoría de estas cuentan con ¨permisos¨ para extraer el agua de las comunidades rurales, desplazando poblaciones para aprovecharse de sus pozos y secando sus reservorios subterráneos.
Gibrán Mena de Data Crítica ha investigado cómo ante la extracción masiva, aumenta la liberación de floruro y arsénico en el agua subterránea, elementos que en altas concentraciones resultan nocivos para la salud, ocasionando enfermedades como cáncer. Esta es la realidad de estados como Baja California, en el norte del país.
La presencia de la industria cerca de cuerpos de agua suele derivar en la contaminación de los mismos, ya sea por un manejo irresponsable de sus procesos de producción, o por la descarga deliberada de sus residuos en ríos y manantiales. Aquello propicia que las comunidades estén expuestas a contaminación, y que los campesinos tengan que utilizar agua contaminada para el riego de la agricultura, lo cuál puede causar enfermedades serias, algo que yo misma he experimentado. Esto nos deja ver cómo el problema no se reduce a la disponibilidad de agua en general, sino al acceso a agua limpia.
La esperanza como resultado de la organización comunitaria
Ante la crisis y la escasez, las comunidades nos organizamos para mantener la esperanza viva. Como ejemplo de ello, Vanessa me contaba cómo tras los impactos de las tormentas tropicales en la península, se organizaron para fortalecer las redes de guardianes de las semillas, en las que campesinos mayas compartían entre ellos sus prácticas y saberes para la preservación de los cultivos. Del lado de Tlaxcala, Brenda mencionó cómo a la comunidad mantiene su fuerza mediante el cuidado colectivo del bosque, y cómo generar lazos entre mujeres es esencial, ya que al estar en contacto directo con el agua por las labores de cocina y cuidado que llevan a cabo, pueden darse cuenta más rápidamente de irregularidades,
Al final, la colectividad es lo que nos mantiene fuertes, ya sea desde la organización de primera línea contra los efectos de la crisis climática que fortalece las redes locales, o en el movimiento climático juvenil que amplifica las problemáticas a nivel global. Luchar en colectivo es lo que mantiene la esperanza viva.