El mar ha sido siempre acompañante de mi vida. Quizá por coincidencia nací acuario, pero no en vano he sabido hacerle honor al signo aguador. Nací en costa del Mar de Cortés, donde el árido desierto se encuentra con la espuma de las olas; crecí y viví en playas de la Perla del Pacífico, gozando diariamente de atardeceres de postal; y de herencia familiar, cuento con décadas de trayectoria en biología marina. Por ello, cuestionarme la particular forma en la que el mar ha guiado mi camino es una reflexión presente y recurrente en mí.
Es con este contexto, y con la intención de promover la reflexión de nuestro entorno, que he optado por compartir mi reciente experiencia de primera mano con nuestras playas. Playas que aún para hoy en día son desconocidas por muchos jóvenes alrededor del mundo, así como para otros les resulta de interés y un tema al cual les gustaría adentrarse.
Cualquiera que conozca la frase “en el mar, la vida es más sabrosa” y haya tenido la oportunidad de visitar algún puerto turístico podrá comprobar lo certera que esta frase es. La verdad es que no hay como el placer de degustar de los productos marinos frescos que salieron en la pesca del día. No hay como relajarse de la rutina disfrutando de unas vacaciones en la playa, donde al escuchar el estrepitoso rugido de las olas al romper, todo problema y preocupación se disperse en la inmensidad del horizonte. Realmente no hace falta ser costero o haber vivido en puerto para ver, al cerrar los ojos, el reflejo del sol en forma de destello sobre su superficie, sentir la arena rozar la piel o el viento hacer volar el pelo en la playa. Sin embargo, una vez estando ahí, basta con abrir los ojos y ver alrededor para caer en cuenta de que lo anterior no asemeja la realidad.
En mi caso personal, salir a dar un paseo por la arena ha sido una oportunidad que agradezco de mi localidad. Este año de crisis sanitaria, en la cual el distanciamiento social ha sido de gran importancia, estos paseos me han brindado momentos de reflexión: pude percatarme de lo común que se ha hecho encontrar una gran variedad de animales marinos en estado de descomposición en nuestras playas, esto habla mucho de la condición en la que se encuentran nuestros mares. Con respecto a los turistas, me sorprendió como para algunos cada vez les es menos incómodo ver colillas de cigarros, tapaderas de botellas y pedazos de madera en la arena. A estas alturas no sorprende siquiera ver esta basura ahí mismo, ya que el hecho de encontrarla es algo de esperarse. En ocasiones, incluso me ha sido imposible caminar con pies descalzos ante la cantidad de desechos que se van acumulando en el camino.
Tristemente, por más específicas que se convierten las acciones a realizar con respecto a temas de consumo saludable, acción por el clima, vida submarina o ecosistemas terrestres, como lo establece la actual Agenda 2030, llevar a cabo conciencia de ellas, no se diga acciones al respecto, no se encuentra en la agenda personal de cada individuo. Pues buscando pasar un buen rato, deja de lado la atención que debe brindar a su huella ecológica.
En mi comunidad, muchos turistas y locales ya sea por descuido o ignorancia no se percatan de los desechos orgánicos o inorgánicos que van dejando en su visita a las playas. Vaya! Ni los pescadores, cuyas vidas y las de sus familias dependen de lo obtenido del mar se dan la labor de recoger la basura que ellos mismos han generado con la actividad que realizan en aras de ganarse el pan. En sí, la conducta diaria del ser humano, de la cual son testigos los océanos denota que el cuidado de nuestro entorno sigue sin verse presente.
Pese a la intención de gobiernos y organismos, en el mundo real, al estar parado de frente al problema, se puede ver que el cambio, la intención, las estrategias llevadas a cabo no están teniendo un resultado tangible que verdaderamente mejore la situación de nuestros ecosistemas.
Sin más, mi intención con el presente escrito tiene un genuino interés por llamar al lector a participar a tomar acciones al respecto. Aunque espontáneamente, este texto lo escribo al regreso de mi caminata por la playa ya que necesito expresar lo que mis ojos ven, lo que mi mente piensa y lo que mi corazón siente al ver la cotidianidad de la situación. Ahora más que nunca no podemos dejar de compartir estas situaciones. ¿Qué mejor que hacerlo en este espacio de opinión joven? Las condiciones de hoy lo requieren.
Estoy convencido de que con nuestra participación se puede presagiar un mejor futuro. Un futuro en el cual no solo sean mejores las condiciones para la prosperidad ambiental, sino en el que también se perciba un sentir de gratificación por parte de nosotros los jóvenes con inquietud de sumar nuestro granito de arena.